Andrés Zegada Moscoso
Pensar que hablar de sexualidad en películas puede ser un tema polémico en muchos círculos es exactamente la razón por la que Las Sesiones (2012) es una película necesaria de analizar. El film basado en las anécdotas de Mark O'Brien con una terapeuta sexual es, por la posición tan particular que su escritor; un cuadripléjico que necesita estar conectado a un pulmón artificial por los efectos de la polio, un lente único a las preconcepciones de la búsqueda de su primera experiencia sexual, dando luces sobre los tabúes y conflictos que tenemos los no pléjicos sobre la sexualidad.
Antes que nada, aclarar que no voy a hablar sobre la representación de personas con discapacidad. La película hace un excelente trabajo en este departamento, presentando una imagen compleja de las personas con discapacidad, humanizando a los personajes sin ocultar sus problemáticas. Aunque no se puede separar el viaje de Marck, de su condición física (Es decir, literalmente hace el viaje en una camilla), son los imaginarios de masculinidad y la representación de sexualidad mostrados en la película, los que me llaman más la atención.
Empecemos por el segundo. Las escenas de sexo son algo peculiar en el cine, tienden a ser un punto fuerte en la historia, la culminación de un logro o un desenlace dramático. Los enamorados consuman su amor, el chico finalmente pierde su virginidad o los adolescentes han roto las reglas y han desencadenado la ira del asesino. Es siempre un punto fuerte en la historia, eso o es Fan Service sin ninguna valor narrativo.
Las escenas de sexo en Las Sesiones no son ni uno ni el otro, se constituyen en un viaje, están menos interesadas en acabar (no lo malpienses) en un momento dramático, que en mostrar un proceso continuo, con subidas y bajadas, se funden en conversaciones sin nunca perder su elemento sexual, con imágenes explicitas pero sin caer en morbo. La dirección naturalista de Ben Lewin apoya esta idea, con cuerpos sencillos y reales, con planos enfocados en el tacto y los rostros.
En la narrativa, y particularmente en el personaje de Marck, hallamos otro cambio de enfoque, referente a la búsqueda masculina de la hombría. A pesar de ser presentada como una comedia romántica, estructuralmente el filme de Lewin tiene más en común con una película de rito de pasaje, al estilo de American Pie o Super Bad. Un personaje decide perder su virginidad, en el proceso crece y madura. No podría ser más clásico. Al igual que en las películas mencionadas, las experiencias y avances, triunfos y errores, son compartidos por el entorno social, similar a lo que pasa en la adolescencia.
Sin embargo, El personaje de Marck revela ciertos conceptos que asociamos con la masculinidad, la idea de que un hombre debe valerse por sí mismo y que debe ser sexualmente activo. El conflicto inicial de la película muestra como a la primera cuidadora de Marck es despedida para probar que ella depende más de él que él de ella. El resto de la historia se dedica a la búsqueda de la experiencia sexual, no solo por la curiosidad y el deseo, pero, como se mencionó anteriormente, por completar su transición a la adultez. Marck no se imagina a sí mismo un hombre completo sin este paso.
Y es el ver este viaje, estas experiencias, estas concepciones tan normalizadas desde los ojos de Marck, lo que es tan potente en Las Sesiones, entender que imposiciones normalizadas pueden ser abordas con enfoques distintos, que pueden enfrentadas y experimentadas en las más diversas condiciones, incluso desde dentro de un pulmón artificial.
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