Dos músicos de jazz presencian la ejecución de un grupo de criminales a manos del peor mafioso de todo Chicago. Sin un peso en sus bolsillos, deciden travestirse para escapar a California en una orquesta de solo mujeres, pero sus planes se complican al cruzarse con Azúcar Kane (Marilyn Monroe), en este clásico indiscutido de la comedia.
Las estructura de un corsé: la trama de Una Eva y dos Adanes se ha repetido hasta el hastío, lo que la separa por kilómetros del resto es la ajustada estructura que maneja el director, guionista y productor, Billy Wilder. Si alguien necesita entender el poder de la estructura narrativa Wilder es el mejor ejemplo. No hay chiste que no tenga cuatro remates y no hay diálogo que no tenga múltiples significados. La imagen inicial con tintes de cine negro, la empatía que te producen los protagonistas, la presentación de Azúcar, el regreso de los mafiosos en el punto medio y las legendarias líneas finales, todo está montado en una historia milimétricamente ajustada para golpear con fuerza en cada plot point.
El arquetipo original: el mafioso, el ricachón con su yate, el artista muerto de hambre o la bomba sexy. Los estereotipos que fueron insertados por Hollywood a fuerza de repetición muestran su versión más honesta en el film de Wilder. Irónico, pues todo personaje busca cumplir su objetivo a base de falsear de alguna forma quienes son. Wilder logra así alejarse de una versión simplista de sus personajes: de ver a Azúcar como una rubia tonta, una caza fortunas o una inocente muchacha. Ella aparenta ser todo eso, pero es algo más. Lo mismo pasa con el casanova Joe o el calenturiento Jerry, que a través de sus cambios de vestuario y sus elaboradas farsas dejan entrever su fase más real.
La carrera en tacones de ratas: a pesar de poder entrar en la categoría de “comedia ligera”, Una Eva y dos Adanes logra revelar mucho entre tanto vestido. Las diferencias socioeconómicas de la época de la prohibición en Estados Unidos son mostradas de forma sutil con los músicos que se congelan en el invierno de chicago y deben corren por sus vidas debido a la criminalidad que generan las leyes, las cuales son rotas cómodamente por el millonario Osgood (Joe E. Brown) cuando bebe whisky en su yate. También podemos ver lo que las personas están dispuestas a hacer para conseguir lo que quieren, ya sea el amor, evitar morir o la mano de un millonario. Sin embargo Wilder nunca muestra nada con un tono moralista, acepta las flaquezas de sus personajes con una sonrisa burlona. Combinado con la positiva representación del travestismo; que no se vería otra vez por mucho tiempo en Hollywood, también la han hecho una película de culto en el cine Queer. Esta falta de culpa moralista se resume en las palabras finales de Osgood “Bueno, nadie es perfecto”.
¿Y tú qué opinas? ¿Viste Una Eva y dos Adanes (Some Like It Hot en inglés)? ¿Qué te pareció? ¿Te dio ganas de bailar un tango o prefieres ver “Y dónde están las rubias”? ¡Déjanos tu comentario!
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